Voces infantiles en el alma
Miradas- La música que dispara un coro es, tal vez, la más poderosa porque conecta casi orgánicamente con el cuerpo de quien escucha. Cuando la formación es de niños, la experiencia es conmovedora.
Coro Nacional de Niños. Foto: Santiago García/ gentileza Dirección Nacional de Elencos Estables.
No es necesario creer en lo que dice esta columna. Lo mejor es presentarse esta noche en la Parroquia Nuestra Señora de Montserrat a las 20 o mañana jueves en el Salón de Honor del Palacio Libertad a las 19 y comprobarlo. Cuando canta el Coro Nacional de Niños no es el cerebro quien decodifica lo que sucede sino el alma.
Mucho se discute desde hace siglos sobre la existencia concreta de eso que se llama alma. La filosofía lleva montañas de páginas impresas interrogándose sobre ella; la religión asegura su inmortalidad; hay quien la localizó en el corazón, en el cerebro e incluso en la glándula pineal, aunque también podría estar esparcida por todo el cuerpo.
Pese a ese emplazamiento esquivo, la evidencia de que existe sucede en ese mismo instante en el que 26 chicos y chicas integrantes del Coro Nacional de Niños abren la boca para entonar las partituras bajo la dirección de la maestra María Isabel Sanz.
Hay, desde luego, explicaciones fisiológicas, físicas y musicales, pero nada supera la conexión un poco orgánica y otro poco emocional que sucede. Una energía que pega en el plexo e irradia el cuerpo todo como proyección de la columna vertebral.
Probablemente, el programa elegido por la Dirección Nacional de Elencos Estables ayude en ese sentido ya que las dos presentaciones de los jovencísimos coreutas anticipan la llegada de la Navidad.
Acompañados por la arpista argentina Lucrecia Jancsa, de la Orquesta Sinfónica Nacional, el elenco interpretará obras navideñas universales de Luciano Bettarini, Ramón Gutiérrez del Barrio, Benjamin Britten, pero también Ariel Ramírez. A cappella, porque la potencia de esas voces infantiles es todo lo que se necesita.
Creado en 1967, el coro celebrará su 60º aniversario en 2027 con una trayectoria a lo largo de la cual se asomó tanto a las obras del repertorio “a cappella”, como al trabajo junto a las orquestas más prestigiosas del país.
Sus voces se encuentran en las películas Yo, la peor de todas, de María Luisa Bemberg, de 1989, y en Tetro, de Francis Ford Coppola, de 2008, sencillamente porque esos jóvenes artistas son capaces de afrontar desde la música de cámara del Renacimiento hasta la actualidad y siempre, pero siempre, conmover al público.
No es necesario creer en lo que dice esta columna, ya fue advertido. Lo mejor es presentarse esta noche o mañana y descubrir que el alma entiende un lenguaje hecho de música y voces infantiles.