Diane Hall

Miradas

La tapa de las memorias de Diane Keaton, publicadas en 2012.

El repentino adiós a Diane Keaton hizo revivir sus grandes momentos artísticos, aquellos que la convirtieron en una figura del cine. Su rol de la idealista Kay Adams en El Padrino, su interpretación de la activista Louise Bryant en Reds con Warren Beatty y, sobre todo, su aparición como musa de Woody Allen a partir de Sueños de Seductor (1972), la sofisticada intelectual en Manhattan o la inolvidable Annie Hall (ella en realidad se llamaba Diana Hall) elevaron su fama, así como impuso la moda liberal del sombrero, pantalón y corbata en los 70. “Hay gente que ilumina una sala. Ella iluminaba un boulevard”, definió Allen.

“Woody se acostumbró a mí, no pudo evitarlo: le encantaban las neuróticas”, escribió ella en sus memorias Ahora y siempre. Se enamoraron durante los ensayos de Sueños de un seductor, la relación sentimental se terminó, pero la amistad no. Woody Allen la dirigió en siete películas y con Annie Hall, Diane llegó al Oscar, además de definir su imagen con su estilismo particular.

Pese a tanta luminosidad (y tanta alegría que contagió en sus múltiples apariciones), hay un papel menos difundido, que también marcó la excelencia de su arte. Se trata de una película difícil, oscura y hasta polémica: “Buscando a Mr Goodbar”. Dirigida por Richard Brooks, se filmó en 1977, pasó casi inadvertida en su momento, coincidía con el esplendor de Diane en Annie Hall.

Aquella película aborda temas de la sociedad de ese tiempo y que pueden transportarse hasta hoy: la desorientación y la incomunicación, la necesidad de afecto, el culto a la imagen, el conservadurismo moral y religioso de una sociedad, la represión, el escepticismo y la amargura. Fundamentalmente, la soledad, que sus personajes intentan atenuar con las recorridas por  sórdidos bares nocturnos.

La película se basaba en una novela de Judith Rossner  y partía a su vez en un hecho real, sucedido con una maestra de la Escuela Saint Joseph para chicos sordomudos, en el Bronx. La primera noticia sobre la maestra se publicó en el Daily News, el 5 de enero en 1973.

“La chica es maestra, tiene algo que hacer durante el día que la satisface, pero por la noche se siente sola, no tiene adónde ir, no encaja porque no se corresponde con la idea de belleza que la sociedad le impone. Así que va a lugares como este bar de mala muerte, un antro de solteros perdedores. Y toma una decisión pésima”, explicó Brooks al presentar su película.

Para Keaton fue uno de los personajes más duros en su carrera. Allí es Theresa Dunn, una maestra que enseña a chicos sordomudos. Y por la noche, frecuenta los bares. ¿Una fuga de la realidad? La película planteaba el duelo íntimo de la protagonista y cómo conciliar mundos tan opuestos. Pero la fase nocturna va tomando más peso: es justamente en aquellos bares donde uno puede olvidar momentáneamente de sus problemas gracias al baile, al alcohol o a las drogas.

Y aparecen personajes como un tal Tony, un ex combatiente en Vietnam, que combina una personalidad tan seductora como violenta, desequilibrada. Lo interpretaba un joven hasta entonces poco conocido, llamado Richard Gere. Otro de los roles, Gary, le corresponde a Tom Berenger, un expresidiario, agresivo, homosexual reprimido. Son esos personajes con los que la Theresa Dunn de Diane Keaton se topa noche a noche.

Pero lo cierto es que el espectador nunca tendrá absoluta certeza de las auténticas motivaciones que la conducen a esa errática doble vida, que cada vez le provoca más conflictos personales y quiebres psicológicos.

La soledad es uno de los temas que interesan al director en su densa película. “Obra misteriosa y enigmática como pocas, Buscando al señor Goodbar permite a Brooks, gracias al relato de la doble vida de su protagonista, elaborar un filme de imágenes tan precisas como ambiguas, capaces de reflejar, con gran autenticidad y verosimilitud, la desorientación y el vacío existencial de toda una generación” definió uno de los críticos. Atiende tópicos que, por la misma época, abordaron John Cassavetes, Scorsese en Taxi Driver o Coppola en La Conversación, por ejemplo.

La crítica de Molly Haskell en la revista New York señaló que aquella fue para Diane Keaton “la interpretación de su vida” en una película “desgarradora, poderosa”. Y también cita que aunque ese año ganó el Oscar por Annie Hall, muchos votantes se vieron influidos por “Goodbar”.

Mujeres sofisticadas, contradictorias, inteligentes y vulnerables, Diane Keaton fue el rostro y la acción de un centenar de personajes, abarcando desde el cine de autor hasta las comedias. Ninguno de aquellos resultaría tan dramático (tal vez la Bessie en “La Habitación de Marvin”, que también le dio la nominación al Oscar, fuera la excepción).