Confieso que soy celosa (¿o envidiosa?)
Terapia abierta- A veces se me mezcla todo. Pero me pasa desde siempre.
- Una amiga adelgazó y empecé a rumiar: seguro se clavó OZEMPIC. Si se deja de inyectar va a tener un efecto rebote que mamita querida.
- ¿Celos o envidia?
Dalia Gutmann, comediante. Foto Ariel Grinberg
El boom de la temporada 3 de Envidiosa volvió a enfrentarnos con esa emoción que a la mayoría de nosotras nos da vergüenza asumir que sentimos: LA ENVIDIA.
Siempre se dice que es distinto sentir envidia que sentir CELOS. Como nunca retuve bien en qué se diferencian, volví a investigar (o sea a googlear), y me topé con un reel de Rolón que a esta altura podemos considerar el terapeuta de todos los argentinos.
Él explicaba que la envidia es destructiva y se da en una relación que existe solamente entre dos personas: vos querés lo que tiene el otro, pero posta. Si fueran dos caramelos, no te conformarías con que cada uno tenga el suyo, vos querés el del otro. Y si además el otro lo tiene y vos no, preferirías que el caramelo se pudra antes de que lo pueda disfrutar la otra persona. Porque si no lo tenés vos, no querés que lo tenga NADIE. Aclaro que el ejemplo del caramelo es mío y Rolón no tiene nada que ver con esto.
Y para seguir en este tren del “hablemos sin saber, pero qué buena que soy googleando”, Lacan, el discípulo de Freud, decía que el deseo es el deseo del otro. ¿Qué significa? Querés algo que tiene o quiere el otro, pero si el otro no lo quisiera o no lo tuviera ¿realmente lo quisieras?
Continúo. Los celos en cambio, dicen los que saben, tienen un condimento más bien amoroso: uno no quiere que la persona que uno ama, ame a una tercera persona. Dicen que el celoso deposita tanto amor en el otro que queda vaciado de amor propio. O sea, ser celoso es también falta de amor hacia uno mismo. Y a veces puede ocurrir que esa falta de amor propio, nos haga creer que esa otra persona a la que quiere nuestro ser amado, sea una opción mucho mejor que una misma.
El otro día pensaba que todo lo NO competitiva que soy para el deporte, el juego, etc, lo soy con los vínculos que me interesan. Siempre me torturó un poco la idea de quién quiere más a quién. Por suerte hago terapia y lo estoy trabajando. Porque sí, confieso que soy celosa. No sé si envidiosa, a veces se me mezcla todo. Pero me pasa desde siempre.
Por ejemplo, de chica era celosa del amor de mi mamá por mi hermano: ella lo abrazaba, le daba besos, lo acurrucaba, y a mí me subía un fuego por dentro que me llenaba de angustia y no sabía cómo manejarlo. Entonces me desesperaba y decía llorando desconsolada “tengo taquito”. Ese era el nombre con el que había bautizado a esa emoción porque tenía 3 años y no manejaba el término “estoy muerta de celos”. Mi mamá se reía porque no terminaba de entender lo que me estaba pasando y yo no sabía qué hacer.
De grande sigo tratando de ver cómo gestionar esa emoción que a veces me sorprende en los momentos que aparece… Por ejemplo: mi hija se llevó un montón de materias a diciembre y una amiga de ella, ninguna. Eso ya me daba celos. ¿O envidia? Sigo confundida.
Tras cartón, su amiga le pregunta si alguna vez rindió el “First certifiqued” que no sé bien ni cómo se escribe. Su amiga aprobó todos los exámenes, este de inglés incluido, y seguro también se ganó alguna beca en alguna universidad importante y no me sorprendería que además sea federada en algún deporte. Sí, como que me hirvió un toquecito la sangre, puede ser.
Lo peor es que yo jamás rendí ni de cerca el First Certificate. Aunque también entiendo que sería un poco extraño que sangre de mi sangre le interese rendirlo.
Lo mismo con el deporte. El otro día también me pasó con mi hijo: lo fui a buscar a una actividad y los amigos saludaron a otra mamá con mucha más alegría que a mí. Me sentí rara, me entró la bala: “Dalia de verdad te estás poniendo celosa por esto?”. Sí. Y no lo puedo evitar.
Otra: una amiga adelgazó. Yo ni siquiera lo tengo entre mis objetivos, pero la señal de wifi con lo que siento cada vez la tengo mejor sintonizada, y creo que fue envidia, y por qué ella sí y yo no, y empecé a rumiar: “Seguro se clavó OZEMPIC, (googlen Ozempic), porque ella es de las mías y ama comer y no tiene total registro del “hasta acá”. Si se deja de inyectar va a tener un efecto rebote que mamita querida”.
Pero no, parece que el Ozempic nada tuvo que ver con mejorar sus hábitos saludables. Trabajalo Dalita.
Hay quienes dicen que “no hay emociones positivas y negativas”. Pero sí hay emociones más cómodas y otras más incómodas de sentir. Más cuando sos un ser neurótico y culposo como yo y terminás sintiéndote una porquería. Pero también es importante no negar lo que te pasa.
Lo positivo de todo esto es que, bien gestionados, los celos, o la envidia, o ese mix que se produce a veces, pueden ser una buena brújula para entender mejor por dónde anda tu deseo.