El Mundial empezó con medias verdades, rosca política y un “grupo trampa” para la selección argentina
Más show que fútbol.- La ceremonia fue pensada para homenajear a Trump; el campeón del mundo podría tener un cruce fuerte en dieciseisavos de final
La Argentina debería jugar en Kansas City y en Dallas, pero la FIFA dijo que todavía puede haber cambios en sedes y el programa de partidos. ROBERTO SCHMIDT - AFP
WASHINGTON.- Un show diseñado para ofrecerle honores a Donald Trump que tuvo al fútbol como un elemento decorativo y dejó a la selección argentina en una posición incómoda. El sorteo del Mundial 2026, celebrado con lujos, guiños estridentes a la cultura estadounidense y un esquema de seguridad implacable en las calles, tiene al fin de cuentas el sabor de lo inconcluso. De lo que está a medio hacer. Porque no hay certezas, aunque todo aparentemente haya terminado. Era ya de noche en el Centro John Kennedy para las Artes Escénicas cuando un oficial de la FIFA repasaba el programa de partidos y sedes y repetía: “Hasta mañana no va a estar claro”. Se refería al tironeado (y decisivo) programa de días, sedes y horarios de los partidos del torneo, que se jugará cuando el sol del verano caiga como un meteorito humeante sobre esta región del planeta.
Hubo que esperar una hora y veintiséis minutos para que el fútbol entrara realmente en escena en este majestuoso espacio que alberga habitualmente conciertos de relieve. Pasaba el tiempo, se sucedían los pasos de comedia y Gianni Infantino gesticulaba en su rol de fallido actor, más que de presidente de la FIFA, pero la pelota no rodaba. Y cuando lo hizo, quedaron al descubierto todas las restricciones que iban a convertir al sorteo en una operación a media agua. Después de que saliera la bolilla de Brasil, la primera (tras los tres países organizadores), rápidamente se fueron armando los 12 grupos, con 42 selecciones confirmadas y otras seis en espera. Hasta eso ocurre: que el Mundial ni siquiera tiene definidos a todos sus participantes.
El primer corrimiento se dio cuando salió el nombre de Argentina. Originalmente sorteada como cabeza de serie del Grupo I, fue desplazada al J para evitar un cruce prematuro con España, en caso de que ambos ganen su zona. Hace una semana la FIFA les dio un status especial a ambas, Francia e Inglaterra, por ser las primeras cuatro del ranking. Las campeonas de América y Europa saben que si ganan sus grupos no podrán cruzarse antes de la final. Y, como máximo, se toparán con una de las otras dos privilegiadas (tercera y cuarta del ranking) recién en semifinales, siempre que todas terminen primeras en sus zonas. Por eso, cuando el cuadro se completó, llegó una lectura instantánea: a los campeones del mundo el camino se les había hecho de seda. Una autopista sin peajes hacia la próxima etapa. El análisis, un tanto exagerado, responde a los modestos antecedentes de Austria (24 en el ranking FIFA, vuelve a un Mundial después de 28 años), Argelia (35 en el ranking FIFA, lejos de ser la selección africana más poderosa) y Jordania (66 en el ranking FIFA, tendrá su primera vez en la competencia).
Pero ese recorrido amable, de darse así, se terminará pronto. Es que en dieciseisavos de final, el primero del Grupo J se cruza con el segundo del H… El que integran España, Arabia Saudita, Uruguay y Cabo Verde, otra debutante que cayó en un lugar poco propicio a las hazañas. Así, aquella mirada sobre las facilidades del grupo de la Argentina es tramposa: una zona presumiblemente sencilla será inevitablemente seguida de un cruce pesado. La lógica indica a Uruguay (de Marcelo Bielsa) en ese mano a mano, pero nadie puede asegurar que incluso no pueda ser ¡España! Eso sí que se alejaría mucho de la idea madre de la FIFA de privilegiar a los campeones de América y Europa vigentes. En todo caso, se trata de un soplo de aire fresco en medio de tanto control de daños que la entidad realizó al diseñar el campeonato: el azar pareció responder que no todo se puede calcular.
Las medias verdades alcanzan también el recorrido previsto para cada sede y partido. Con solo observar lo que la FIFA escribió antes del sorteo alcanza para aseverar, por ejemplo, que la Argentina jugará entre Kansas City, Dallas y San Francisco sus tres primeros partidos, muy a contramano de lo se esperaba: un viaje por la costa este con una parada obligatoria en Miami y otras dos que se resolverían entre Nueva Jersey, Boston, Filadelfia y Atlanta. Algo que los propios voceros de la FIFA dejaban entrever en los días previos: que el campeón vigente iba a instalarse en la ciudad cabecera de Lionel Messi y jugar por esas latitudes.
La confusión es generalizada, tanto que nadie ahora se permite afirmar una cosa o la contraria. Lionel Scaloni, ya en zona mixta, respondía a LA NACION sobre las dudas que quedaron flotando en el aire bajo cero de esta capital: “Hay que esperar a mañana”, decía. Desde que se cerró el telón en el Kennedy y hasta que salga la fumata blanca el sábado al mediodía -en una transmisión especial que podrpa seguirse por TV-, las negociaciones serán sin pausa, en pos de conseguir los mayores beneficios posibles: eso busca cada asociación. La FIFA dividió el Mundial en tres zonas geográficas tomando a Estados Unidos, México y Canadá como un todo, con el precepto de que las selecciones eviten los largos desplazamientos en un país de vasta extensión. ¿Logrará Claudio Tapia transformar su cercanísima relación con Infantino en un movimiento que tire el papel escrito a la basura y mudar el Grupo J de una región a otra? Como está presentado todo el desarrollo del Mundial, resultaría una decisión demasiado audaz. Pero nadie debe subestimar lo que se cocina en estas horas en los pasillos del hotel Waldorf Astoria, allí donde habitan en estos días los principales dirigentes de la FIFA. Entre ellos, claro, se apunta Tapia.
Por fuera de la observación argentina, el resto del comienzo del primer Mundial con 48 equipos tendrá algunas zonas potentes, pero ninguna que permita colgarle el cartelito de “Grupo de la Muerte”, una acepción que mejor archivar. En todo caso, sí puede pensarse en una serie de partidos que ya de entrada asoman como muy atractivos: Brasil-Marruecos, España-Uruguay, Colombia-Portugal, Inglaterra-Croacia y Francia-Noruega se inscriben en esa lista de cruces especiales. También habrá otro que huele a venganza, dentro del grupo de la Argentina; en el Mundial de 1982, Alemania Federal y Austria arreglaron empatar para pasar ambos de ronda y así eliminar a Argelia: los africanos ven ahora la posibilidad de cobrarse revancha con los austríacos…
Por lo demás, y mientras se debate el calendario, conviene recordar que esta fiesta que se inició en el patio de la casa de Trump terminará, el 19 de julio, en Nueva Jersey, donde se jugará la final. Es que este torneo, en el que participará casi un cuarto del total de los afiliados a la FIFA, usará a México y Canadá como meros partenaires: esos países se repartirán apenas 13 partidos cada uno; los otros 78 se jugarán en las 11 subsedes estadounidenses. Quizás, cuando todo llegue a su fin, Infantino se dé otro gusto y le regale una copa a Trump para su vitrina personal. Porque todo es posible en América.